Según las leyendas locales durante la construcción del Freiburger Münster, los miembros del consejo de la ciudad encargaron a un albañil que diseñara algunas de las obras de piedra y esculturas en el edificio. También exigieron que las gárgolas fueran diseñadas para la catedral.
Una vez completado, el albañil no fue pagado por sus servicios. Según cuenta la historia, colocó una de las gárgolas para que pareciera que defecaba en dirección al edificio del consejo de la ciudad, ahora visible para siempre en una de las estructuras más religiosas de la ciudad.
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