El nombre de la cueva se deriva del espeleotema que precede al pequeño adoratorio maya en su interior, el espacio se suma a las más de 150 cavidades que contienen algún tipo de vestigio arqueológico en esa zona.
Como anotan el arqueólogo responsable de la inspección, Enrique Terrones González, y su colega José Antonio Reyes Solís, de la representación del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en esa entidad, el hallazgo de altares dentro de cuevas y cenotes es común en la Costa Oriental de la Península de Yucatán, toda vez que los antiguos mayas consideraban a estos lugares como sagrados, pues se creía que en ellos radicaban divinidades del agua, la fertilidad y el comercio, como Chaac y Ek Chuah.
Los especialistas ponen en contexto este “descubrimiento”, al señalar que en toda el área de Playa del Carmen se distribuye un gran sistema de cuevas secas y semi-inundadas, de las que en aproximadamente 150 se tiene evidencia arqueológica muy variada.
Estos son algunos ejemplos:
- Altares-adoratorios
- Sencillas ofrendas compuestas de piezas cerámicas, de lítica y de hueso e, incluso, grabados o pintura en sus paredes.
Desde agosto de 2019, los expertos del Centro INAH Quintana Roo, que dirige Margarito Molina, han trabajado mano a mano con el proyecto “Cenotes Urbanos de Playa del Carmen”, a cargo del biólogo Roberto Francisco Rojo García, titular del Planetario Sayab de Playa del Carmen e integrante del Círculo Espeleológico del Mayab AC. A partir de una solicitud hecha por él, fue que se inició la inspección en este sitio.
Hasta el momento, el equipo ha llevado a cabo la planimetría del interior.
La Cueva del Templo de La Estalagmita está compuesta por sectores secos y otros con presencia de agua, de poca profundidad, en un área de 800 m², aproximadamente.
Por los materiales arqueológicos recuperados en superficie, se deduce que el adoratorio se utilizo en los años 1200 y 1550, coincidiendo con el periodo del que datan muchos de estos altares subterráneos.
Enrique Terrones y José Antonio Reyes explican que este tipo de estructuras en cavidades suelen corresponder a esta fase, el Posclásico Tardío, la cual varios investigadores señalan como de inestabilidad en la región, debido a la interacción de varios factores.
El crecimiento de las urbes mayas y de su población, así como la poca disponibilidad de recursos por sequías prolongadas, detonó problemas sociales.
Los mayas ingresaban a estos lugares —considerados “entradas del inframundo”— para depositar ofrendas y pedir el consejo de los ancestros y la ayuda de las deidades.
Detallaron que por ahora solo se ha hecho un recorrido sistemático en la parte seca de la cueva, localizando algunos materiales arqueológicos en superficie. Por lo que, se plantea una exploración más detallada, que conlleve también la consolidación y restauración del altar-adoratorio, el cual se ubica a 20 metros de la entrada de la cueva, la que a su vez se modificó por los antiguos mayas para facilitar el acceso e, incluso, realizaron algunas nivelaciones visibles del terreno.
La pequeña edificación prehispánica se construyó con piedra caliza y se revistió de estuco, mismo que presenta aún restos de pintura en color azul.
Su estilo arquitectónico corresponde al de la Costa Oriental, cuya temporalidad se ha definido para el Posclásico Tardío.
La fachada cuenta con una entrada estrecha orientada al oeste, presenta un dintel remetido en la parte superior y, sobre éste, una cornisa por encima de la cual corre un muro de la fachada, hasta el techo de la cueva.
Deterioros en el muro posterior a la entrada del adoratorio, como en las paredes laterales y el piso, consistentes en remoción y pérdida de piedras y estuco, indican que el sitio fue objeto de expolio tiempo atrás.
Los especialistas del Centro INAH Quintana Roo comentan que, aunque la cueva ha sido nombrada como el Templo de La Estalagmita, en realidad el espeleotema parece corresponder a una estalactita que fue extraída de otra cavidad y clavada invertida a su forma natural. Las exploraciones futuras permitirán aclarar este punto.
A cinco metros del altar se localizó un afloramiento de roca madre sobre la cual se excavó un mortero. Asimismo, se localizaron fragmentos de cerámica del Posclásico Tardío, de una navajilla de obsidiana y dos molares humanos, evidencia que es producto del acarreo al interior de la cueva por factores naturales.
Los materiales se hallan en proceso de limpieza y clasificación para obtener más datos de las formas cerámicas y su asociación a ciertas cronologías.
Entre las solicitudes para garantizar la conservación del espacio, está el requerimiento al municipio de Solidaridad, de la colocación de una reja de contención a la entrada de la cueva, a la espera de proseguir con la exploración sistemática de toda la cueva semi-inundada, y la consolidación y restauración del adoratorio maya.
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Este artículo es una recopilación de material publicado previamente por el INAH.