El templo de Santa Prisca, erigido en 1758, es considerado una de las más magníficas iglesias churriguerescas de México. Construida en sólo siete años, la iglesia de color rosa cuenta con dos campanarios altísimos, una nave, una capilla y un pequeño osario. Para protegerla, una escultura de un esqueleto blandiendo una guadaña fue colocada sobre la puerta lateral.
Se cree que esta parte de la iglesia fue utilizada durante las procesiones de la Cofradía de la Buena Muerte, un grupo religioso que rezaba por las almas atrapadas en el purgatorio y financiaba ritos y ceremonias religiosas de muerte y agonía.
La calle desde la que se puede ver el esqueleto se llamaba antiguamente “Calle de la Muerte”. La tradición local dice que, en 1914, un revolucionario incendió la tienda de un rico hombre de negocios. Mientras escapaba, supuestamente tropezó y aterrizó en su arma, que disparó accidentalmente y lo mató al instante. Desde entonces, la calle y el esqueleto se han convertido en emblemas aún más fuertes de la mortalidad, inspirando miedo en aquellos que los cruzan.
Según la leyenda, un viajero que tenía que pasar por debajo del esqueleto cada noche de camino a casa desde el trabajo tenía tanto miedo de que esta espeluznante representación de la muerte le persiguiera que quitó los brazos del esqueleto. Desde entonces, el esqueleto ha permanecido sin una guadaña, ni brazos para sostenerla.
Cuando la calle fue remodelada en los años 60, se añadió un esqueleto de piedra a la calle empedrada cerca de la entrada lateral de la iglesia. Hoy en día, los dos esqueletos son ignorados por la multitud que pasa por encima y por debajo de ellos, sin darse cuenta del par de historias que se ciernen sobre ellos.
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