Tres Monos Sabios de Tōshōgū Santuario en Nikko, Japón

Probablemente has oído el proverbio “no veas el mal”. Pero pocos saben el origen de este principio, o por qué también se asocia con los monos.

Aunque la frase inglesa en sí es relativamente moderna, se cree que el principio de “no ver el mal” se remonta a la antigüedad. Por ejemplo, las Analectas de Confucio, que se compilaron durante el período de los Estados Guerreros de China, tienen este dicho: “No mires lo que es contrario a lo correcto; no escuches lo que es contrario a lo correcto; no hables lo que es contrario a lo correcto; no hagas ningún movimiento que sea contrario a lo correcto”.

En algún momento, alrededor del siglo VIII, los monjes budistas llevaron el proverbio a Japón. Finalmente se tradujo como “mizaru, kikazaru, iwazaru”, que significa “no ver, no oír, no decir”. Mientras que -zu/-zaru es un sufijo común (aunque arcaico) usado para negar un verbo, saru- o, como sufijo, -zaru- significa “mono” en japonés. No hace falta decir que esto llevó a la asociación del proverbio con los monos.

Históricamente, el motivo de tres monos se puede encontrar en toda Asia. Algunos creen que fue traído a China desde la India a través de la Ruta de la Seda, y luego a Japón. En el período Edo, que duró de 1603 a 1868, un grupo de tres monos era representado a menudo en las esculturas budistas, como los compañeros de la deidad popular Shōmen-Kongō.

En 1617, se construyó el santuario Tōshōgu en Nikkō y se dedicó a Tokugawa Ieyasu, el primer shōgun del shogunato Tokugawa que fue divinizado póstumamente. Es conocido por su relieve de los “Tres Monos Sabios”, atribuido a Hidari Jingorō, un legendario escultor cuya existencia es objeto de debate. Representaba a tres macacos japoneses representando el principio de no ver (Mizaru), no oír (Kikazaru) y no decir (Iwazaru).

Este relieve particular se introdujo en el mundo occidental durante la era Meiji (1868-1912), dando lugar a la acuñación de la frase “no ver el mal, no oír el mal, no decir el mal”.