A una hora en las afueras de Melbourne está la ciudad satélite de Geelong. Conocida hoy como centro comercial y puerto industrial, Geelong fue una vez el próspero centro de toda la producción de lana de Australia.
En honor a la orgullosa historia textil y manufacturera de la ciudad, el Museo Nacional de la Lana exhibe las pruebas y tribulaciones de la industria, desde los días coloniales de Australia hasta el auge de la producción de lana de la década de 1950, pasando por el colapso de la industria en la década de 1990.
Entre las herramientas de esquila, las ruecas y la maquinaria moderna del siglo XIX se encuentra Stanbury Jacko, un carnero campeón cuya fuerte constitución y grueso vellón le valieron varios premios a lo largo de su vida. El legado de Jacko, sin embargo, va mucho más allá de las cintas y trofeos: Es un recordatorio del crimen más horrible que ha sacudido a la industria de la lana.
Stanbury Jacko formó parte del galardonado semental Stanbury, una línea internacionalmente reconocida de ovejas Corriedale criadas por el competitivo criador Darcy Wettenhall. Wettenhall dedicó su vida a construir una de las mayores dinastías de la lana de Australia (uno de sus carneros fue vendido una vez en una subasta por un precio récord de 55.000 dólares australianos, el precio más alto jamás pagado por un carnero). En el proceso ganó infamia como un hombre malhumorado, volátil y cruel que no se detendría ante nada para ganar.
A pesar de su temible reputación, Wettenhall también podía ser generoso. Los lugareños dicen que cuando el Museo Nacional de la Lana se le acercó con una solicitud de un wether taxidermizado (un macho castrado), Wettenhall respondió: “Querido, los wethers son las no-entidades del mundo de las ovejas. Lo que necesitas es un carnero”. Luego donó el cuerpo de Stanbury Jacko, cuyo valor se estima en unos 50.000 dólares australianos, para su exhibición.
La búsqueda maníaca de fortuna y éxito de Wettenhall culminó con los horribles asesinatos de él mismo, su hijo Guy de 23 años y su prima Janet de 81 años, el 18 de marzo de 1992, a manos de un ex empleado.
En una sola noche, tres generaciones de Wettenhalls se encuentran con su prematura desaparición, y el famoso semental Stanbury tuvo un final amargo y trágico.