Entre los campos de dos granjeros hay un corredor de bosque salvaje lleno del aroma de ajo silvestre en primavera. En él hay un camino que va desde la carretera hacia Barnburgh, pero si se observa a la derecha los peñascos de piedra, de vez en cuando, ocultos entre el follaje hay caras que se asoman, esculpidas en la cara de la roca. También hay símbolos que parecen extraños en su origen, o que se parecen a los insectos.
El invierno es la mejor época para ir, cuando las ortigas y las zarzas ya no oscurecen las rocas. De lo contrario, es fácil perderse las tallas, algunas caprichosas, otras más serias.
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